Cristo fortalece a los fieles que están afectados por la enfermedad, proporcionándoles los medios más fuertes de apoyo y consuelo. A los enfermos se les recuerda que Cristo y la Iglesia están en comunión con su sufrimiento.
El Sacramento de la Unción de los Enfermos conferido por la unción con óleo y diciendo las palabras prescritas en los libros litúrgicos, encomienda a los fieles que están gravemente enfermos y a sus sufrimientos al Señor Jesús, a fin de que pueda aliviarles y salvarles (cf. Can 998).
El Sacramento de la Unción de los Enfermos, situado dentro de la Pastoral de Cuidado de los Enfermos y Moribundos, continúa la gran preocupación de Cristo por el bienestar corporal y espiritual de los enfermos. Este ministerio es compartido por todos los cristianos que visitan a los enfermos, los recuerda en la oración y cuida de ellos en caso de necesidad (Cuidado Pastoral de los Enfermos, 43).
“Ahora me alegro cuando tengo que sufrir por ustedes, pues así completo en mi carne, lo que falta en los sufrimientos de Cristo para bien de su cuerpo, que es la Iglesia …” (Col 1,24).
“¿Está alguno enfermo entre vosotros? Que llame a los ancianos de la Iglesia y que oren por él, y lo unjan con aceite en el nombre del Señor. La oración con la fe salvará al que no puede levantarse y el Señor hará que se levante, y si ha cometido pecado se le perdonarán “. (Santiago 5: 14-15).
“Con la unción de los enfermos y la oración de los presbíteros, toda la Iglesia encomienda los enfermos al Señor paciente y glorificado, para que los alivie y los salve e incluso les exhorta a que, asociándose voluntariamente a la pasión y muerte de Cristo contribuyan así al bien del Pueblo de Dios”. (cf. Lumen Gentium, 11).